Notas sobre el marco de transición justa a partir de la experiencia de JASS

JASS_LogoEscrito por Marusia López, con aportaciones conceptuales de Alexa Bradley y Lisa VeneKlasen

El pasado mes de abril, la EDGE Funders Alliance celebró en Barcelona su conferencia Reorganizing Power for Systems Change, en la que activistas de movimientos sociales, organizaciones y donantes progresistas tuvieron la excelente oportunidad de debatir estrategias para impulsar un cambio social transformador a través de las distintas luchas de nuestros movimientos.

Los organizadores utilizaron el marco de la Transición Justa como medio para que participantes de diversas perspectivas entablaran una conversación sobre los profundos retos del contexto actual y realizaran un análisis conjunto de las dimensiones necesarias para el cambio sistémico. Desarrollado por Movement Generation a través de su trabajo con comunidades de base, Transición Justa proporciona un marco estratégico para ayudar a la gente a imaginar un modelo de economía regenerativa -basado en la restauración ecológica, la resiliencia comunitaria y la equidad social1 - y ofrece un conjunto de estrategias generales para permitir la transición hacia esa visión y alejarse del modelo económico extractivo dominante en la actualidad. En todo el mundo, la economía extractiva se basa en la concentración de riqueza y poder, y en la creciente explotación de los recursos y del trabajo humano, que impulsa el despojo de tierras, los conflictos violentos y el genocidio, y el agotamiento masivo de la diversidad biológica y cultural de la que depende nuestra supervivencia colectiva2.

El marco de la Transición Justa, al presentar un modelo holístico de cambio, interconecta y ofrece apoyo a diversas luchas de resistencia y por los derechos humanos. Resuena con las propuestas de 'Buen Vivir,' [un término latinoamericano e indígena para 'vivir bien' y en armonía con el mundo viviente], feminismo(s), y otras filosofías de cambio sistémico. A partir de las décadas de experiencia de JASS fortaleciendo el poder colectivo y la seguridad de activistas y movimientos feministas en Mesoamérica, el Sudeste Asiático y el Sur de África, creemos que este marco puede contribuir a la claridad estratégica en nuestro trabajo y facilitar diálogos entre movimientos. En el siguiente conjunto de notas, examinaremos la Transición Justa en relación con la experiencia de JASS y los marcos conceptuales existentes, y compartiremos algunos de los retos que vemos en el avance de este modelo.

¿Cómo sustenta el patriarcado la economía extractiva? ¿Por qué es fundamental la justicia de género?

El marco de la Transición Justa reconoce el patriarcado como uno de los pilares clave de la economía extractiva3. Es esencial, por tanto, profundizar en nuestra comprensión de cómo funciona el patriarcado para sostener este modelo económico y el impacto resultante en la sociedad. El patriarcado, junto con el racismo y el colonialismo, constituyen las estructuras de dominación interconectadas y precapitalistas en las que se basa la economía extractiva. Mantener el poder y el control sobre el trabajo, los cuerpos y la sexualidad de los demás, siendo las mujeres más de la mitad del mundo, ha sido históricamente una fuente de privilegios y de acceso a recursos -materiales y simbólicos- para quienes detentan el poder (como ejemplo, considérense los enormes beneficios generados por la trata de mujeres). Uno de los ejemplos más claros de cómo la economía extractiva se sirve del patriarcado es la explotación del trabajo doméstico y de cuidados de las mujeres. A pesar de sostener la estructura social -satisfacer las necesidades primarias de alimentación, salud e higiene y garantizar los cuidados básicos a todas las personas-, este trabajo es también el más precario, al que se le da poco valor social y se asigna a las mujeres como expectativa y obligación.

Sin embargo, el patriarcado no sólo lo promueven las estructuras estatales y los grupos poderosos. También está fuertemente arraigado y normalizado en los individuos, las familias y el tejido social en su conjunto. Incluso está presente en los movimientos sociales, que a menudo tienen una cultura de liderazgo masculino que margina y devalúa a las mujeres. La discriminación de género opera como un poder invisible4 que refuerza la escasa valoración social de las mujeres (y de los miembros de la comunidad LGBTI), la invisibilidad de sus tareas de cuidado y domésticas, y su exclusión de los espacios de toma de decisiones. El patriarcado es una forma de dominación basada en la violencia. Mantener la subordinación y la explotación de las mujeres requiere una violencia estructural que mata a millones de mujeres cada año. Los medios de comunicación, las iglesias y las instituciones públicas normalizan, justifican y fomentan esta violencia, que las mujeres también experimentan en las familias, las comunidades, las organizaciones y los movimientos sociales. El uso de la violencia y la discriminación contra las mujeres para frustrar su poder, su voz y su libertad es un grave obstáculo para una Transición Justa.

La justicia de género debe ser un elemento esencial en cualquier proceso de cambio porque sólo a través de la transformación de las familias, las comunidades, los movimientos y los Estados conseguiremos crear un mundo que no esté organizado sobre la base de la desigualdad de género, es decir, de la explotación continuada del cuerpo y el trabajo de las mujeres. Integrar más plenamente la justicia de género significa

- Priorizar el empoderamiento y el liderazgo político y social de las mujeres, especialmente de aquellas que sufren formas de discriminación cruzadas (de raza, clase, sexualidad, género, etnia, ubicación, etc.) que impiden su participación en igualdad de condiciones; tenemos que garantizar que las historias, voces y perspectivas de las mujeres, sistemáticamente reprimidas, puedan salir a la luz y puedan liderar. Desde la perspectiva de las mujeres y de quienes se enfrentan a múltiples opresiones, contar con un espacio seguro, un trato equitativo y el reconocimiento de los derechos y libertades fundamentales es esencial para una transición justa.

- Comprender las profundas implicaciones de situar el cuidado de la vida en el centro, de reorganizar la sociedad para dar prioridad a la cohesión social y a la atención de las necesidades básicas, incluido el cuidado de la red de la vida, la creatividad y la educación para la paz. Esto significa garantizar que todos -no sólo las mujeres- sean responsables de las tareas domésticas y de cuidado; de acabar con los roles de género y la división sexual del trabajo.

- Implicar a los hombres, incluso dentro de nuestros movimientos sociales, en el cuestionamiento y la deconstrucción de los privilegios y el poder que otorgan el patriarcado y la supremacía del hombre blanco. Deben dar un paso atrás, escuchar a las mujeres y a todos los afectados, y realizar cambios fundamentales en el comportamiento y la práctica. Sólo así podremos desarrollar relaciones igualitarias y democracias profundas.

¿Cómo lograr esta transición en un contexto de cierre del espacio cívico, represión política y violencia contra los movimientos sociales?

copiaEn todo el mundo, los gobiernos se unen a las corporaciones y a otros intereses no estatales para utilizar su poder en defensa de la economía extractiva, incluso cuando su impacto pone en peligro su propia supervivencia humana. En los contextos en los que trabaja JASS, nos enfrentamos al reto de trabajar por un cambio sistémico en contextos de estructuras de gobierno profundamente corruptas, infiltradas por influencias criminales y privadas y en gran medida cerradas al diálogo ciudadano. Estos poderes en la sombra5 incluyen empresas transnacionales, cárteles de la droga o grupos fundamentalistas religiosos, que buscan proteger y promover sus intereses. El marco internacional de derechos humanos, diseñado para proteger a la disidencia y a los activistas, se viola sistemáticamente y el espacio democrático se cierra cada vez más, debilitando así las instituciones cívicas y la participación ciudadana.

Nos inspiraron las historias de éxito organizativo que conocimos en la Conferencia EDGE, como los gobiernos municipales dirigidos por personas de los movimientos sociales en Cataluña, que ayudaron a frenar las políticas regresivas, los marcos legales restrictivos y el excesivo poder corporativo que frustran los esfuerzos hacia una transición justa. Sin embargo, en Mesoamérica, el crimen organizado y las grandes empresas transnacionales ejercen un control cada vez mayor sobre las estructuras formales de poder, lo que hace arriesgado y prácticamente imposible que los movimientos ocupen espacios institucionales. Los llamados "países desarrollados" que presumen de democracias sólidas agravan la situación porque se benefician y enriquecen de los regímenes autoritarios de la región, que les permiten imponer más fácilmente sus intereses económicos.

En esta configuración de poder, los Estados utilizan la criminalización del activismo, la política de seguridad y la militarización para reprimir la resistencia organizada, en particular de los movimientos y comunidades que se oponen directamente a la economía extractiva, y para frenar la creación de alternativas regenerativas. Como debatimos en nuestro taller con Calla y el Fondo de Acción Urgente durante la Conferencia EDGE, en muchas regiones del mundo están aumentando los ataques y asesinatos de defensores de los derechos humanos y activistas, así como el uso de narrativas que manipulan las creencias y la opinión pública para legitimar la violencia y la discriminación y socavar los movimientos.

En su último informe, Front Line denuncia los asesinatos de 281 defensores y defensoras de los derechos humanos en 25 países en 2016, el 49% de los cuales defendían la tierra, los derechos de los pueblos indígenas y el medio ambiente. Solo en Mesoamérica, según datos de la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras6, entre 2012 y 2016 al menos 42 defensoras fueron asesinadas en México y Centroamérica, la mayoría de ellas por defender sus territorios.

La violencia contra los movimientos tiene resultados múltiples e intencionados: pone en peligro la vida y la cohesión de los movimientos sociales, debilita su fuerza y su poder colectivo a través del miedo, provoca tensiones y conflictos internos y roba tiempo y energía vitales para avanzar en los programas de cambio social. Las mujeres activistas experimentan estos impactos de forma diferente. Las defensoras de los derechos humanos corren mayor riesgo de sufrir violencia sexual, de ser objeto de campañas para desacreditarlas mediante el estigma y la calumnia sexista, y de ver amenazados a sus hijos e hijas. Además, en muchos casos, sufren ataques en su entorno inmediato -como en el seno de sus familias y organizaciones- por salirse de los roles de género y asumir el liderazgo.

La violencia política ha erosionado enormemente las bases sociales de los movimientos en muchos lugares, mientras que el miedo y la manipulación política dificultan cada vez más la organización de nuevas personas y comunidades. Eso no quiere decir que la sociedad no siga activa e indignada ante las injusticias; sin embargo, a los movimientos no les resulta fácil transformar esa indignación en procesos sostenidos de participación política.

Fortalecer los movimientos sociales para lograr un cambio sistémico

Para lograr una Transición Justa frente a estos desafíos, es importante revisar las estrategias y los recursos centrados en las instituciones y los gobiernos que cierran el espacio democrático y perpetúan la violencia, y simultáneamente evaluar críticamente nuestro enfoque sobre la protección de las activistas y la organización. Con este fin, en 2017 JASS, en colaboración con el Fondo Mundial para los Derechos Humanos, inició un proceso de reflexión colectiva con una serie de organizaciones de base y ONG aliadas sobre estrategias y herramientas tanto para proteger como para fortalecer a los movimientos y activistas - para que puedan continuar con su vital trabajo por el cambio7. Una de las principales lecciones aprendidas hasta ahora es que:

Tenemos que redefinir la protección y la seguridad, profundizando en las dinámicas de género y de poder y aprendiendo de los enfoques de seguridad colectiva creados por las comunidades de base. Aunque sigamos necesitando medidas de emergencia y protocolos institucionales para proteger a las personas más expuestas (por ejemplo, mecanismos legales, cámaras de seguridad, "botones del pánico", pisos francos), podemos aprender mucho de las estrategias feministas y comunitarias que mejoran la protección colectiva y refuerzan la resiliencia de sus comunidades, organizaciones y movimientos para continuar luchando.

Garantizar una Transición Justa hacia un nuevo modelo económico requiere movimientos fuertes que puedan enfrentarse a la violencia al tiempo que aumentan su poder colectivo. Necesitamos movimientos coherentes que reconozcan y combatan internamente todas las prácticas políticas antidemocráticas o que perpetúen la discriminación, y que desarrollen la capacidad de hacer frente a los conflictos internos. Hay mucho que aprender de las experiencias de protección colectiva que los pueblos indígenas y las mujeres están desarrollando en sus comunidades y de las alternativas sociales y económicas que sus movimientos están desarrollando que desafían la lógica del capitalismo, y en cuyo seno, existe el potencial para crear una economía regenerativa.

También debemos analizar las relaciones entre los movimientos progresistas y los donantes. En la Conferencia EDGE se hizo hincapié en que los grupos fundamentalistas y contrarios a los derechos disponen de enormes recursos para impulsar sus estrategias, mientras que los movimientos sociales que trabajan por el cambio sistémico tienen menos acceso a los recursos, a pesar de que la precariedad de su trabajo ha aumentado. Disponer de recursos suficientes y sostenidos es necesario para que los movimientos sociales crezcan y ganen poder. En la conferencia surgieron varias ideas, como volver al modelo de financiación a largo plazo o utilizar la financiación multisectorial. Sin embargo, también se señaló que si no abordamos las relaciones de poder, los privilegios y la desigualdad que existen entre los movimientos y los donantes, limitaremos la formación de alianzas verdaderamente fuertes y estratégicas.

La conclusión es que las organizaciones progresistas y los donantes deben trabajar juntos en la regeneración y protección de los movimientos, teniendo en cuenta el análisis aquí señalado, con el fin de aumentar nuestra capacidad colectiva para activar la esperanza, reconstruir el tejido social y movilizar todo nuestro poder colectivo para el cambio sistémico -la transición justa- que nuestro mundo necesita tan desesperadamente.

Poder - Intersección de ámbitos y dimensiones8

El poder se utiliza para obtener y mantener el control en los procesos de toma de decisiones y en lo que respecta a los recursos, y para definir quién y qué importa y tiene valor. Este tipo de "poder sobre" puede entenderse si visualizamos tres formas particulares e interconectadas, cada una con sus actores, impactos y expresiones específicas:

§ Visible/formal: El Estado y el poder político formal: las leyes, normas, autoridades, instituciones y procesos para la toma de decisiones y el cumplimiento y supervisión de las normas.

§ Poder oculto/en la sombra: Actores no estatales (legales + ilegales) que influyen y controlan el poder del Estado, las agendas políticas y las políticas. Operando entre bastidores, el poder oculto excluye y deslegitima las preocupaciones de los grupos menos poderosos creando narrativas políticas (desinformación, impidiendo que la información se haga pública) y utilizando amenazas y violencia indirectas o directas para mantener el poder.

§ Poder invisible: El poder de las creencias, la ideología, las normas sociales y la cultura para influir en la visión del mundo, la autoconciencia y los valores de las personas, así como en la aceptación de lo que se considera normal y correcto. Algunos actores culturales, religiosos y políticos también manipulan las creencias y las narrativas para legitimar ciertas ideas y comportamientos mientras deslegitiman e incluso demonizan otros.

Referencias

  1. Los Tanques y Bancos para la Cooperación y el Cuidado. Generación del Movimiento, p. 15.
  2. Ibídem, p. 7.
  3. Ibídem, p. 7.
  4. Véase al final una síntesis del marco de poder que utilizamos en JASS para el análisis contextual
  5. Ibid.
  6. Coordinadora de redes y organizaciones de México y Centroamérica fundada por JASS y otras organizaciones que reúne a cerca de 800 defensoras de diferentes movimientos sociales y ofrece estrategias de protección a activistas en riesgo (sistema de registro de agresiones, tres refugios, acciones urgentes, fondos de emergencia, etc.). Para más información, véasehttp://im-defensoras.org/es/.
  7. Vídeo con algunas de las reflexiones surgidas de la reunión: http://globalhumanrights.org/activists-need-new-tools-to-protect-themselves/.
  8. Para conocer el marco de poder de JASS, véase 'A New Fabric of Power, Peoples, and Policy', JASS, https://justassociates.org/es/publicaciones/nuevo-tejido-poder-pueblos-politica-guia-accion-incidencia-participacion-ciudadana.